domingo, 1 de mayo de 2016

Razones para una nación caribe



Razones para una nación caribe



Si bien la idea se venía guisando desde mucho antes, fue realmente la revolución francesa quien inventó la nación. Y aunque muchos historiadores pretenden conducir sus orígenes hasta las últimas consecuencias, el concepto de nación moderna es casi contemporáneo. Esta afirmación pareciera, ante los ojos de Goethe y ante otros no tan lejanos, oscura e inexperta, por «no saber dar razones de tres mil años», sin embargo, aun los historiadores más eruditos, consideran la historia como fragmentos claros alternados con periodos oscuros, y siempre la visión de los hechos pasados, a pesar de los escrúpulos y la asepsia en el manejo, será una visión actual del pasado.

Antes de la Revolución Francesa, los teólogos escolásticos explicaban todo poder a partir de Dios, de tal suerte que los reyes y príncipes solo rendían cuentas de sus actos al supremo creador. La Convención, que votó en forma unánime e inapelable contra la existencia de Dios, encontró como fuente de poder a la nación. Pero, en últimas, ¿qué es nación?

La pregunta nos enfrenta a un monstruo de mil cabezas. Lo primero sería señalar los nexos más evidentes a primera vista como territorio, raza, idioma, religión, historia, cultura, economía, para ir internándonos en el tema, pero en esto, sin embargo, hay de piña y de melón. No se podría definir nación a partir de su territorio, puesto que muchas naciones han sobrevivido a cambios en su geografía y aún más, han existido sin territorio, como el caso de la nación judía.

Tampoco es la raza quien define a una nación, ahí no más tenemos a los Estados Unidos de América, quienes a pesar de sus múltiples manifestaciones racistas y xenofóbas, es un crisol en donde se funden de forma compleja la mayoría de las razas del mundo.

Desde un punto de vista valorativo, en relación al concepto de nación se entremezclan infinidad de percepciones, que van desde los regionalismos, en algunos casos vergonzantes, hasta arquetipos de corte planetario, orientado hacia ideas universales y holísticas. Estas últimas posturas, sin embargo, solo están conformadas por un pequeño grupo de soñadores, pues las poderosas fuerzas de la xenofobia y de los nacionalismos se dilatan con tal magnitud, que la anatomía del planeta se distorsiona en crecientes asimetrías.

El avance humano y la perfección de los ideales, no ha sido, por supuesto, homogéneo. Y es inherente a la sociedad esta heterogeneidad, con razones particulares para cada caso, y podemos observar desmesuradas diferencias entre los gigantescos centros tecnificados, dependientes de los ordenadores artificiales y algunas tribus nómadas, desconocedoras de la rueda, los números y las letras.

El desarrollo regional y el universal, aunque parezcan dos posturas opuestas, en realidad forman parte de un mismo plan. La cuestión es solo de momentos históricos, de saber diferenciar qué nos corresponde hacer en cada momento. Son, por supuesto, reprochables y condenables, las manifestaciones de patriotería de las sociedades más avanzadas y opulentas, que deberían esgrimir ideales planetarios y pensar en la familia cósmica, pero son apenas comprensibles las reivindicaciones de causas a favor del desarrollo y progreso de determinado territorio por demás rezagado.

El propósito de toda comunidad es convertirse algún día en una sociedad desarrollada, en lograr los mejores estándares de calidad de vida para sus miembros. El fin de la guerra fría y el advenimiento de un una sociedad de naciones despolarizada es una oportunidad para que los países subdesarrollados puedan encontrar su propio camino. Esta es la oportunidad de nuestros pueblos. Es la hora de América Latina.

Es innegable que estamos viviendo un latinoamericanismo candente, que se ve reflejado en todos los aspectos, desde el auge económico, pasando por el repunte cultural, hasta mayor peso en la política mundial. Es así como asuntos políticos, como el de Cuba o el reciente golpe de estado en Honduras, son actualmente asumidos por América Latina con mayor madurez política que por los Estados Unidos o por Europa. En temas como inmigración, narcotráfico y el crimen organizado también está mostrado mayor madurez. En la crisis haitiana hemos visto presencia militar latinoamericana, que no solo estadounidense. Los lazos políticos y comerciales han encontrado nuevos aliados en diferentes regiones del planeta, a la par de las tradicionales rutas norteamericanas y europeas.

Al interior del continente es notoria la diversidad de tendencias políticas, que van desde las apuestas neoliberales hasta fórmulas de corte estatista, lo cual no es sino demostración de mayor grado de autonomía y madurez de los pueblos de esta región del planeta. Pese a la diversidad, y a través de toda la historia, este conjunto de naciones latinoamericanas ha mantenido, aunque sea de forma ideal, la ilusión unificadora en función de una soñada gran patria. Los pueblos han manifestado este deseo a través de Bolívar, Martí, Rodó, Vasconcelos, Mariátegui… En este sentido hay que destacar que este continente, forjado en el vasallaje y la humillación de la colonización y la neo colonización, no ha reproducido esta forma de relacionarse, sino que por el contrario, las relaciones son cordiales, fraternales y de hermandad.


Colombia, a pasos lentos y a trompicones, va por esta senda, pero de forma desigual, con mayor énfasis en la región andina y grandes rezagos en las regiones periféricas como la Orinoquia, la Caribe y la Pacífica. Para que llegue el desarrollo a estas regiones primero debe pasar por Bogotá, que se proyecta como centro hegemónico de la vida nacional dejando a las regiones sin orden ni progreso.

El Caribe colombiano pudo haberse convertido en una región fuerte y unida, con una economía autónoma próspera, con composición racial y cultural propia, pero, desde la independencia española, ha sido solo un territorio difuso, desarticulado del resto del mundo, sumido en un inaceptable atraso humano, que no se compadece con los el desarrollo de otras regiones de la América Latina.

Es una verdad reconocida incluso por estudiosos de otras latitudes como la investigadora suiza AlineHelg, quien concluye en su estudio sobre la libertad e igualdad en el Caribe colombiano 1770-1835 que «después de 1819, el Caribe colombiano, escasamente conectado con el resto del país, podría haberse convertido en una región fuerte y unida –quizá incluso en una nación separada-, con una economía, una composición racial y una cultura propias. Sin embargo, no fe así».

No es tarde, sino que por el contrario ha llegado el momento preciso para que la región del planeta conocida como caribe colombiano, que tiene recursos tanto naturales como humanos para alcanzar altos grados de desarrollo, padece un secular atraso debido su conexión con Bogotá y al esquema centralista imperante, la independencia política y por supuesto económica, significaría un gigantesco paso cualitativo hacia el desarrollo.

Las naciones no por grandes son mejores. Por el contrario, a medida que la provincia se aleja de la metrópoli, se va creando una brecha en todos los aspectos humanos, que finalmente desfavorece a ambas partes y termina desintegrándose mediante cruentos episodios. Los pequeños pueblos, que por razones geográficas y de otra índole, han logrado mantenerse al margen de los imperios, y que han sobrellevado una modesta historia, han sido más estables, menos violentos y han alcanzado mejores niveles de vida, aunque no hayan tenido un papel preponderante en la historia universal. Más aun, las regiones marginales de los grandes imperios, al cortar el cordón umbilical, han evolucionado de manera más acelerada que el resto del territorio. Un ejemplo doméstico es el inusitado desarrollo y alto nivel de vida que ha logrado Panamá en menos de un siglo, comparado con cualquier otro departamento del caribe colombiano.

Pero el quid del asunto es, ¿que justifica la unidad nacional colombiana? En realidad no creo que haya suficientes elementos de peso para sustentar una defensa en favor de dicha unidad, a menos que sea por el bienestar común de todos los pueblos. Sin embargo, este punto es plenamente cuestionable, dado que durante los años que llevamos como república la política estatal solo ha sido fuente de corrupción, violencia y atraso y, en una perspectiva general, esta carga está muy mal amarrada para hacer este viaje hacia los siglos venideros. En realidad creo que este no es un asunto totalmente absurdo y fuera de discusión, sino por el contrario, que habría de tomarse seriamente en cuenta, puesto que podría significar un mejor futuro.

Por supuesto, estamos en completo desacuerdo con tomar estas ideas como pretexto para dar nuevos impulsos a la crónica violencia que padecemos desde siempre, puesto que esta propuesta es para solucionar, no para agravar las cosas. Es necesario adelantar en este punto que la única vía propuesta y aceptada para este proyecto es la civilizada, la legal, la parlamentaria, la vía de las leyes y bajo ningún pretexto, por ninguna forma de violencia. ¡Este es un movimiento separatista absolutamente pacífico! En la situación actual de Colombia, el tema del separatismo solo podría atizar más el fogón de la violencia y generar más caos y desconcierto. Pero, por otro lado, bien pudiera ser una solución elegante y salomónica de una situación que parecía no tener ninguna salida.

La idea es la separación de la Republica de Colombia de la región norte comprendida por los actuales departamentos del Atlántico, Bolívar, Cesar, Córdoba, La Guajira, Magdalena, Sucre y la isla de San Andrés y Providencia, para conformar una nueva nación llamada República Caribe. Se propone la creación de un estado moderno, eminentemente democrático, en donde haya estado hasta donde sea necesario y libre mercado. El estado no debe dejar aspectos estratégicos al libre mercado como la educación, salud y transporte.

Por supuesto que la inversión privada puede y debe participar en la educación con colegios y universidades, en la salud con hospitales privados y en el transporte con líneas privadas, pero el estado debe garantizar un mínimo digno para la población menos favorecida. El juego democrático debe tener reglas claras y castigos para la corrupción, el populismo y la demagogia. Control racional de la publicidad política. El estado y la sociedad deben propender por una autonomía energética, evitando la dependencia de los costosos, contaminantes y los desestabilizadores cambios bruscos del mercado de hidrocarburos y buscar fuentes alternativas en la energía verde.

El principal fundamento de este propósito es permitir que esta región del planeta pueda alcanzar de la forma más rápida su entrada al desarrollo. Es una frase muy simple, pero una tarea titánica. Los gobiernos tienen planes a mediano y largo plazo, como reformas laborales o agrarias, alcanzar metas económicas o la paz, pero el propósito último del estado es alcanzar un equilibrio permanente entre los diferentes estamentos de la sociedad, lo cual no es otra cosa que convertirse en país desarrollado. Tal vez sea una dulce utopía o una soberana estupidez imaginar a la costa caribe como país desarrollado.

Para algunas personas tal vez resulte inapropiado hablar de este tema en momentos de dificultades de toda índole que aqueja al país, y quizá, solo sirva para agregar una más. Sin embargo, los viejos problemas no resueltos, aunque se ignoren, allí continúan y tarde o temprano deberán ser afrontados. Además, la situación actual de Colombia, en parte es debida a la cronicidad de estas situaciones y su resolución tal vez contribuyan con la mejoría de todos, porque finalmente el propósito de un estado es el bienestar de los ciudadanos y no de ideales abstractos como unidad nacional y otros, que carecen de sustento real sin el bienestar de la población.

La razones de la nueva patria

Es una región de tan grandes potenciales tanto humanos como naturales, que es un gran contrasentido verla sumida en tanta miseria tanto física como espiritual. Su plena autonomía permitiría su despegue en todas las áreas, permitiendo una mejor calidad de vida en todos sectores y grupos, así como del individuo mismo.
La nueva cultura política
La proyección económica: la paz y el turismo.
Se hace un llamado a toda la diversidad de fuerzas políticas, incluyendo las insurgentes a conformar una clase gobernante fundamentada en la diversidad y no en la exclusión. Conformar un gobierno democrático en la medida que crece la cultura política y a medida que vayan superando las viejas formas de hacer política tan arraigas en nuestra región. No será una revolución radical contra las viejas castas de políticos, pero se les alentará a dar la lucha política y a cambiar si desea sobrevivir políticamente.


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Introducción Desde siempre hemos fantaseado con la posibilidad de una nación caribe, hemos soñado una nación propi...